Por: GERARDO ARENAZA OLIVARES
La mujer que hora me ama tiene cuarenta años y es chilena.
Su amor enmudece mis palabras frías, heladas, muertas.
sus besos llenan mi soledad solitaria y solidaria de pan de amor.
Su canto me anima a cantar a mí que no te voz propia para el mundo.
Su ternura envuelveme como su bebé y me canta canciones propias
y de sus pechos bebo el néctar de los Dioses y de los recién nacidos.
Tanto amor íntegro, sano, puro, me asusta porque sólo tuve putas
en toda mi vida.
Aparentes señoritas de su casa, pero putas fuera de ella,
como en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos.
La mujer que ahora tengo me ama por mí; y no por lo poco
o mucho que yo pueda tener; por eso la amo
y la voy a desposar pronto.
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